"¡Ahí está!" El grito de Joaquín Mariani alertó a su papá, Enzo, en la estación La Florida, de Los Puestos. La "alarma" también alcanzó a quienes se encontraban en el quincho cercano a la caseta de peaje; en el límite entre Santiago del Estero y Tucumán.
No fue nada menor la exclamación del pequeño de siete años. Era lo que todos esperaban: un competidor del Dakar llegaba por primera vez al "Jardín de la República". Un hecho histórico. A lo largo de varias horas, los que se habían apostado allí oteaban constantemente el horizonte, pero todo era vacío. Pero justo a las 13.18 todas las miradas encontraron lo que buscaban, guiadas por el "vigía" Joaquín. En ese preciso instante Marc Coma arribaba a Tucumán. Hubo tiempo para brindarle un brevísimo saludo, ya que para los fanáticos era más importante capturar con las cámaras digitales el momento esperado.
Después del arribo del piloto español hubo 10 minutos para que Enzo contara más detalles de su pasión. "Llegamos a las 10.30 con mis dos hijos y mi señora. Quiero verlo a Sainz", reconoció. Mientras tanto, mamá Mabel comenzaba a sacar algunas provisiones. "Trajimos algunos sanguchitos, papas y gaseosas. La idea era hacer choripanes", lamentó la única dama de la familia. "Son tres varones, así que siempre estamos entre estas cosas de autos que les gustan a ellos. Al ballet nunca voy a poder ir", afirmó entre risas y sin un dejo de lamento.
A la par de los Mariani estaban los hermanos Ruiz; los primeros en tomar posición en el quincho. "Arrancamos a las 4. Yo lo busqué a Roberto; vine desde Catamarca", explicó Gustavo. Y no pudo contar muchas cosas más, ya que en ese momento apareció el segundo competidor del Dakar, Juan Pedrero García. Esta vez todos capturaron la seguidilla de arribos de tres motocicletas.
Al retomar la historia, los Ruiz explicaron por qué empezaron su Dakar tan temprano cuando, extraoficialmente, se sabía que el paso de las máquinas se produciría luego del mediodía. "Dimos toda la vuelta desde Tucumán hasta Las Termas y decidimos quedarnos aquí. Es que pasan despacio y los autos se detendrán a pagar el peaje", pensaron con astucia.
En lo que sí demostraron improvisación fue con las vituallas. Muy lejos de los Mariani y más lejos aun del grupo de amigos que comenzaba a preparar un surtido asado, los Ruiz se armaron para atacar el hambre sólo con agua congelada y mate. "Comí durante 60 años, por un día que no coma no me voy a morir", dijo Roberto riéndose con ganas. Y sí, por ver el show del Dakar el hambre puede esperar.